¿Accidente deportivo o lesión deportiva?

Todas las lesiones agudas deben ser consideradas como accidentes deportivos, y aquellas en las que el daño tisular aparece en un determinado momento y es progresivo, pudiendo manifestarse clínicamente o no, son consideradas lesiones deportivas.

En términos generales y según el documento de consenso emitido por la Sociedad Española de Medicina Deportiva en 2018, “Todas las  lesiones agudas (por traumatismos, malos gestos técnicos o cargas que superen los límites fisiológicos y provoquen un daño tisular) deben ser consideradas como accidentes deportivos, y aquellas en las que el daño tisular aparece en un determinado momento y es progresivo, pudiendo manifestarse clínicamente o no (sobrecargas de repetición), quedan excluidas de lo que entendemos por accidente deportivo”; estas son consideradas por lo tanto lesiones deportivas. En ambos casos, se requeriría reducción o interrupción de la actividad deportiva, para que se considere que nos encontramos ante una lesión o accidente deportivo.

Es importante saber que los seguros conocidos como Seguro Obligatorio Deportivo, dan cobertura únicamente a los accidentes deportivos y los definen como “lesiones corporales traumáticas que tienen su origen en una causa ajena a la voluntad del deportista, externa, fortuita, súbita y violenta”. Estos seguros, en cambio, no dan cobertura a las lesiones deportivas que definen como “estados crónicos o patológicos que son consecuencia de la práctica de cualquier deporte”, las cuales califican como Lesiones Accidentales no Traumáticas (LANT), en las que entrarían casos como tendinitis por fatiga, contracturas musculares, fascitis plantar, etc.

Por esto, desde el punto de vista legal, a la hora de demandar las coberturas de los seguros deportivos, nos encontramos ante ciertas puntualizaciones.

La primera de ellas es el hecho de que la lesión deportiva, según el mecanismo lesional, también se puede considerar aguda. En nuestra definición previa, el hecho de que se haya producido progresivamente, se podría considerar como que el concepto es básicamente que su aparición requiere una evolución crónica.

A título de ejemplo, hablemos de un jugador de pádel experimentado: durante su evolución como jugador, ha ido desarrollando una buena técnica, entrena regularmente y aunque durante varios años, se ha mantenido sano. En una determinada temporada hay una competición y esto, le exige entrenar más horas y emplear mucha más energía al disputar los partidos ya que quiere ganar. Esto conlleva una fatiga muscular e, inicialmente, este jugador puede notar que, al final de los entrenamientos o partidos, le duele el codo, pero no se puede permitir descansar, ya que está en plena temporada y va ganando, así que continúa haciendo caso omiso de la situación y este dolor se convierte en dolor nocturno. Durante esta etapa, decide aplicarse hielo, pomadas, tomar analgésicos y continúa entrenando y jugando, hasta que en un momento determinado el dolor se convierte en dolor incapacitante, y no solo para jugar: un día ve que se le caen los objetos de la mano, que no puede abrir un bote de mermelada, es decir, que ya no le permite realizar lo que conocemos como actividades básicas de la vida diaria (comer, vestirse, etc.) Acude al traumatólogo y se le diagnostica una epicondilitis. Llegado a esta situación, ya no hay vuelta atrás. Causa baja deportiva.

En este caso, se trata de una lesión deportiva, que se caracteriza, como hemos dicho antes, por una evolución progresiva durante el tiempo, generando inicialmente una molestia, después un dolor y, finalmente, una incapacidad y en la que no ha intervenido ningún agente externo como un golpe concreto, con lo cual hablamos de que el mecanismo de lesión ha sido “indirecto”, ya que es una lesión que se ocasiona por sobreuso es decir: que el daño en los tendones del antebrazo de este jugador se ha originado en los traumatismos repetitivos que ha sufrido su extremidad durante los entrenamientos y partidos; la acumulación de estos traumatismos ha generado una fatiga muscular, inflamación, cambios en el patrón de los vasos sanguíneos que irrigan el tendón, pequeñas roturas, y se han manifestado con la sintomatología anteriormente descrita.

Aunque parece que está todo muy claro, retomemos ahora al mismo jugador de pádel en otra temporada: en una arrancada durante un partido, nota súbitamente como si le hubiesen dado “una pedrada en el gemelo”, cosa que le obliga a salir cojeando de la pista y no puede continuar jugando. Acude a nuestro servicio de urgencias y se le diagnostica una rotura de fibras. En este caso, hablamos de lesión deportiva aguda, ya que se trata de una lesión muscular en la que se han superado los límites y, debido a una combinación de factores (fisiológicos, de fatiga, deshidratación, velocidad del gesto deportivo, etc.), la lesión ha ocurrido de manera súbita. Sin embargo, nos encontramos con que, dada su ocurrencia aguda, frecuentemente es cubierta por el seguro deportivo.

En este momento, podemos introducir un nuevo concepto que también nos ayuda a clasificar la lesión deportiva, que es el factor, o los factores predisponentes que pueden ser extrínsecos (agentes externos, choques, material deportivo) o intrínsecos (edad, osteoporosis).

En todo caso, retomando nuestra clasificación inicial, nos encontraríamos claramente ante un accidente deportivo si el jugador se cae y golpea contra la pista de hormigón, sufriendo una fractura de su muñeca. En este caso, dicha fractura se consideraría aguda y producida por un agente externo, con lo cual no habría ninguna discusión con el seguro deportivo.

Otro tipo de fracturas que se prestan a discusión con los seguros deportivos son las fracturas de estrés. Retomando nuestro ejemplo con el jugador de pádel, pensemos en el supuesto de que, en una determinada temporada, opta por probar un nuevo modelo de zapatillas, pero, por sus características individuales y la intensidad de entrenamientos y partidos durante esta temporada, sus metatarsianos van sufriendo una fatiga, que nota el deportista con dolor en el pie afecto, generalmente durante la actividad, hasta que, en un partido, este dolor se intensifica impidiéndole continuar el partido. Acude al servicio de urgencias y, tras ser valorado con una radiografía, se diagnostica una posible fractura de estrés de uno de sus metatarsianos, ya que no se ve muy claramente en la radiografía y que, posteriormente, se confirma con una resonancia magnética. En este caso, se trata de una lesión que se ha producido poco a poco, por fatiga del hueso y por lo tanto no aguda. Esto a la hora de reclamar ante un seguro deportivo, puede generar controversias, ya que algunos seguros exigen que exista un agente externo, es decir: una raqueta que golpeó al jugador, otro jugador que tropezó contra él, o una caída, caso en el cual sí que se identificaría un mecanismo de lesión directo y un hecho accidental, sin antecedentes previos, para considerar este hecho un accidente deportivo.

Expuestas estas situaciones, cabe aclarar, que en Clínica CEMTRO, como hospital de traumatología, nos preocupamos básicamente de atender, tanto el caso de la lesión como el accidente deportivo, y facilitar al paciente-deportista los medios para su curación y vuelta al deporte, tales como una educación en la prevención y cuidado de su lesión, la rehabilitación de la misma, y una vuelta al deporte progresiva y oportuna para evitar recaídas.

En general, podemos decir que la gran mayoría de lesiones se pueden prevenir con una buena hidratación, adecuado calentamiento y una correcta recuperación tras la práctica deportiva, lo que incluye un sueño reparador. Recomendamos que, ante sintomatología dolorosa que se mantenga en el tiempo, el deportista acuda oportunamente al traumatólogo deportivo antes de que la lesión evolucione y sea más complicada y larga de recuperar.

En cuanto a la prevención de accidentes deportivos, conviene realizar un correcto uso y mantenimiento del equipo, renovar calzado o plantillas regularmente, y, antes de cada entrenamiento o partido, ver las condiciones del lugar donde se va a practicar, a fin de corregir cualquier situación anómala que esté en nuestra mano y que nos pueda causar un traumatismo.

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